
LA LEYENDA (O CONSEJA, O MILAGRO, O PASMO, QUE TODO ESO ES) DEL POBRE JUAN TUORUM)
Eran los tiempos del arzobispo gabacho D.Berenguel de Landoire, dominico áspero que se presentó con su gente de armas a las puertas de una ciudad rebelde. Era Don Berenguel, efectivamente, de armas tomar y se las tuvo con toda la ciudad, que vio siempre en el arzobispo un amo duro y cabezón. Es en esa época remota cuando nace la leyenda de Juan Tuorum (también conocida como de la Virgen de la Soledad o de la Virgen de Bonaval).
Entre el enjambre de peregrinos que ocupaban las plazas próximas a la catedral se destaca una singular pareja. Él es un peregrino anciano, de largas barbas plateadas y mirada de acero. Ella una joven pálida y hermosa que avanza casi arrastrada por la presa poderosa que el anciano ha hecho en su brazo, rodeándola con unos dedos que parecen garfios. El anciano, de pronto, ordena a la muchacha: ¡ Canta ! La joven le mira implorante. El viejo insiste, imperativo: ¡Canta!. La multitud los rodea y, entre lágrimas, Beatriz, que (como era de esperar) así se llamaba la bella, comenzó a cantar:
“Dous anos hai tan sómente
que un señor de nobre casa
namorouse dunha bela
aunque caiñenta e vilana”.
Se interrumpe Beatriz entre sollozos. El anciano ladra: ¡ Prosigue !
“Quixo o nobre cabaleiro
tratala coma unha dama
e non facer, cal debera,
de aquela moza sua escraba”
Nuevas miradas implorantes de Beatriz. La multitud permanece en silencio, expectante. El grito del viejo acuchilla el aire: ¡ Continúa, hija de Satanás !
“A luxuriosa rapaza
xa cô bo vello casada
aldraxou do nobre esposo
as nuncas ofendidas cañas
……..
“Dende entón coa sua esposa
vil, adúltera e vilana
vai buscando pol-o mundo
quen fizo tal aviltanza.
Eu son a adúltera…..
Y
Beatriz cae desmayada. Entre la multitud se destaca entonces un estudiante: “¡
Viejo repugnante, dejadla, sois repulsivo, cobarde y vil ! “ El viejo echa mano
a su daga, el estudiante a su espada y, a no aparecer los arqueros del
arzobispo ambos se hubieran atravesado entre los rugidos de una multitud ya
enardecida. El anciano y la joven desaparecen en el tumulto.
Se hizo la noche sobre la ciudad apostólica y, en una oscura rúa, ante un nicho donde se adoraba a la Virgen de la Soledad, solamente iluminada por un humilde candil, se emboza un hombre que aguarda. Pronto se oyen pasos. Es un doncel que avanza por la estrecha rúa para detenerse ante la Virgen. Desembaraza la espada y se arrodilla ante la imagen. De pronto, un grito hiere la noche: “¡ Confesión, me asesinan !” El doncel acude a las voces. Sobre las frías losas agoniza un caballero, con una daga clavada en el pecho. El joven atina a escuchar sus últimas palabras: “ ¡ Coñocin o meu asesino é… o vello conde d’Aveiro…que vestido de pelengrino… víñame perseguindo dende Portugal…
Naturalmente el doncel era nuestro conocido estudiante. Ávido, interrogó al moribundo:
– ¿ La esposa de ese conde es joven, blanca y hermosa?
– É, chámase Beatriz….era miña noiva…. mas o pai casouna co’ese vil de Aveiro…Decídelle…que morro amándoa…
Aparece la ronda de arqueros. Naturalmente, se le culpa a nuestro estudiante de la muerte de aquel caballero caído. Es declarado reo de muerte. Un triste amanecer de primavera, mientras las primeras “anduriñas” revoloteaban por Compostela, lo sacan de las mazmorras y, zaherido por una multitud mostrenca y vengativa, es arrastrado hacia el cadalso. Cuando la comitiva llega hasta la imagen de la Virgen de la Soledad, se le permite al reo rezar un momento ante ella. El joven solo atina a decir:” ¡ Miña Virxen Santa, soy inocente, ven e váleme!” Y, dulcemente, inclinando la cabeza sobre el pecho, entrega el alma. La multitud, conmovida, dio en gritar: ¡ Milagro! ¡ Ha muerto un inocente !
Desde entonces la virgen allí existente fue conocida como “A Virxen de Ven e Váleme” y por derivación, de Ven a Val y luego de Bonaval. Cerca muy cerca de tu Camino y de la Porta do Camiño se levanta el Monasterio de Bonaval. El pórtico de Bonaval, que da entrada al romántico cementerio del Rosario, está presidido por la inscripción: “Esta image he aquí posta por alma de Juan Tuorum . Era MCCCLXVIII. Sí los peregrinos lo supieran, dejarían una humilde flor del Camino en recuerdo del pobre Juan Tuorum. Ah, las viejas leyendas del Camino, las antiguas leyendas de Compostela…. peregrino no olvides, hay otra Compostela.
Claro que si lees por ejemplo a Filgueira Valverde todo será más prosaico, resulta que Juan Tuorum era un herrador de la Porta do Camiño. Pero ¿qué importa? La imaginación de Carré, la del tabernero y la mía (absolutamente desatada, gracias sean dadas) nos permite contar las leyendas como nos peta. Al fin y al cabo, eso es lo que nos queda, las viejas y queridas leyendas. Dios nos las conserve.
Ah, sí , me estás preguntando por el Conde de Aveiro y por la bella Beatriz. Pues mira, eso es otra historia. La conoce perfectamente el tabernero, le preguntaré.
Desde Galicia, abrazos, José Antonio de la Riera.