EL JETA, EL PLASTA Y EL ILUMINADO, personajes claves del Camino de Santiago.

Hay tres tipos de personajes/as que, indefectiblemente van a aparecer en tu Camino y de los que, como alma que lleva el diablo, debes intentar alejarte (no evitar, eso es imposible, “alejarte”, con eso llega). Hay más, pero estos son claves

El jeta.  Está por todos lados y es un perfecto campeón del camuflaje. Desgraciadamente no es fácil, en un primer momento, identificarlos y (además) el jeta genera dudas y, a veces, hasta lástima, generalmente son profesionales y sospecho que hasta participan de la misma empresa “Jetasa”.  El jeta es perfectamente capaz de parasitar a un semejante, o a un grupo entero, sin que estos se percaten en lo más mínimo. Menudean en todos los Caminos, son plaga, y en un alto porcentaje se hacen pasar por veteranos del Camino, suelen incluso haber estado de hospitaleros en tal o cual albergue. Y, me diréis: ¿cómo carallo identifico a un jeta, por el amor de diosss? Pues ya te he dicho que en un primer momento no es fácil y, como buen profesional, en cuanto sospecha que le tienen cogido de las pelotas el jeta se hace aire. Hay que fijarse en nimiedades: es el típico que pide jabón en la ducha (es que pesa), es oficioso, en los garitos pide vinos para todo el mundo, intercede ante el tabernero, se bebe lo de él y lo de todos y luego se esfuma… es de conductas repetitivas, y le bastan tres o cuatro días de vampirismo, pero, como no es tonto, pronto cambia de animal a parasitar.

El plasta.  Este es buscador nato de víctimas propiciatorias que le escuchen. Y vaya si se hace oír. El plasta, naturalmente, ha hecho todos los caminos, lo sabe todo, todo, todo, se arrima y no para de largar, el plasta es compulsivo, es perfectamente capaz de detenerse en amplias explicaciones, desde Estella hasta Viana, en como limpiarse el culo con esmero utilizando el mítico papel “elefante” (sí, todos los plastas han usado papel “elefante”). Conocen, califican y descalifican a todo el mundo, comenzando por albergues y hospitaleros. Es, desde luego, más fácil de identificar que el jeta, pero muy, muy, muy difícil huir de él, estáis avisados.

El iluminado. Es especie peligrosísima y extremadamente abundante. El iluminado no anda, levita. Transita por los mundos (reales o imaginarios) del yoga, el reiki y, desde luego, no pueden faltar los templarios. Va al Camino exactamente a eso, a levitar y a que los demás sepan como, por donde y de qué forma levita.  Lo más normal es llegar a Eunate, intentar gozar de tu soledad y del momento, y que se te acerque rápidamente un iluminado a explicarte que allí, si, exactamente allí, debajo de aquel arco, “¿no lo ves, compañero?”, se percibe la sombra del templario Godofredo del Gran Pajillón, a cipote extendido. Es horroroso padecer en Camino a un iluminado y, ciertamente, son infinitamente más insufribles que todos los jetas y los plastas juntos. ¿Cómo identificas a un iluminado? Acércate en la noche a su litera y observa. Al poco verás que todo su cuerpo está envuelto en tenue resplandor. Es el momento exacto de meterle una toalla en la boca y que no haya piedad, no habrá otro momento, aprovecha.

Claro está que hay otros especímenes en el Camino y que merecerán tratamiento aparte en otra entrega: lambeconas, carallos de la vela, hospitaleros justicieros, seminaristas cimarrones, turitontos, turilistos, cagalindes, mamertos, capillitas tragasantos, verriondos… pero, de momento, me empereza comenzar con ellos. Os dejo con los tres ases.

From Jakobsland, José A. de la Riera.

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