MESTER DE REBELDÍA: LA «COMPOSTELA» ZAPATONA


(a Juan Carlos Lema, cuando fue rebelde)

Esto que sigue lo parí hace ya bastante años, la mayoría de los peregrinos actuales recuerdan a Juan Carlos Lema como un ser deteriorado, mendigando un vaso de vino en el Obradoiro. Otros se han reído de él, como si fuera un mono de feria, le invitaban a unos vasos para descojonarse aún más. Algunos políticos lo utilizaron para diversas «inauguraciones». Él se dejó, se dejó ir. Pero hubo una época en que fue grande, instalado en su plaza mayor de Europa, rezongón, cachondo, escéptico y sentimental a la vez, enfrentado a media Compostela y al sursum corda. Esta fue una de sus genialidades que epató a la Jerusalén de Occidente y a esos canónigos que tanto pasaron de él. Va por ti, Juan Carlos. Tengo que buscar la  Zapatona de Pazos, a ver donde coño anda. Un abrazo.

……………

Imagino que es imprescindible iniciar el año con cierto sentido del humor, supongo que es de lo poco que nadie nos puede quitar. Hablaba el otro día de ese singular personaje que es “Zapatones”. Él es quien aparece en toda cuanta foto del Obradoiro publica la prensa, ataviado con lenguas barbas merovingias y todos los arreos reglamentarios del peregrino medieval. Tan pronto aparece abrazando al rey de España, al arzobispo, a cualquier grupo de peregrinos o turistas que aparecen por allí y luego les pide la voluntad por hacerse una foto con él. Cierto es que a los peregrinos no les achucha demasiado, para algo son colegas, pero a los turistas de bermuda no los perdona. Es una larga historia la de “Zapatones” – y bastante “heavy”- que os ahorro traer aquí por lo menudo. Sólo decir que son frecuentes (y harto glosados y celebrados) sus altercados con la policía que guarda el buen orden en el Obradoiro, sobre todo cuando “Zapatones” anda sobrepasado por su amor al ribeiro que se conserva en las pipas del Franco, amorosamente mecido por las campanas de Compostela. José María Castroviejo, uno de los escritores que mejor ha entendido el alma celta de Galicia, aseguraba que el ribeiro tenía mejor sabor en Compostela que en cualquier otra parte, precisamente porque era mecido por el tañido grave de la gran campana Berenguela.

Zapatones no desmerecería en absoluto en una banda de peregrinos gallofos dieciochescos, más bien sería su capitán. Tampoco haría mal compañero de trapisondas caminando con gente como Nicola Albani. Anunciaba el otro día que “Zapatones” tuvo un arrebato, una visión o, más bien, un altercado más con la Oficina del Peregrino (donde es absolutamente despreciado) y había decidido donar a la humanidad un documento único, la “Compostela Zapatónica”, o más bien “La Zapatona”, como él quiere que se llame. Servidor había tomado el tema como una cosa más de esas que tiene “Zapatones” cuando se inyecta el ribeiro directamente en vena, un brindis a sol por mor de una pelotera más con el canónigo Don Jaime García. Así, con unos vasos de ribeiro por medio (mientras esperaba a Fernando Pazos el día de la Traslación del Apóstol, “Zapatones” fue el que me detalló los problemas que había tenido Fernando con la policía para entrar ese día en la catedral, detención incluida)  me informó extensamente de que tenía la Zapatona en imprenta y que había ya una muestra en fotocopia y que precisamente ya había extendido solemnemente una al primer peregrino que había encontrado ese día en el Obradoiro. Sí, a un peregrino rubio, fuerte y con cara de mala leche. Sí, se llamaba… Fernando Pazos, el que llegó por el Camino Inglés cubierto de barro de los pies a la cabeza y que tuvo una fenomenal zapatiesta con la policía que no le dejaba entrar en una catedral llena de autoridades para dar un abrazo a su Apóstol.

Servidor no daba crédito, sobremanera por observar, a medida que caían los ribeiros, el extraordinario tono púrpura que iba tomando la nariz de “Zapatones”. Me aseguró, además, que el texto de “La Zapatona” había sido parido al alimón con cierto poeta maldito y peregrino en una noche de vino y rosas bajo las estrellas de Compostela.

Recogí a Fernando para depositarlo en Ferrol, donde había dejado su coche, y le comenté, medio en broma (tras contarme “por lo miudo” el incidente policial), el tema de la Zapatona. Fernando introdujo la mano en su mochila y me dijo: todo es verdad, mira lo que me ha dado “Zapatones”, la primera “Zapatona” de la historia.

Plante mis ojos ante semejante documento histórico que me veo en el deber ineludible de dar a conocer.  Señoras y señores, afición toda, en rigurosa exclusiva: La Zapatona.

ANVERSO DE LA COMPOSTELA ZAPATONA: (entre gran imaginería barroca y rodeado por las cadenas del Hostal de los Reyes Católicos, aparece un dibujo a plumilla de “Zapatones”, sostenido por dos grandes columnas con los textos “Caritas” y “Fidelitas”. Abajo, dos grandes zapatones por toda heráldica y en grandes letras : LA ZAPATONA Texto: Yo, Juan Carlos Lema, “Zapatones”, “gratis et amore”, a los peregrinos, caminantes o simples viajeros, que llegan de cualquier parte del orbe de la tierra, y con actitud educada lo demandan, por haber gastado sus zapatos y hollar con ellos las piedras de la ciudad de Compostela desde donde confluyen todos los Caminos a Santiago y nacen los que llevan al Fin de la Tierra, acredito que:

Fernando Pazos

Ha visitado con asombro y admiración la maravillosa plaza del Obradoiro, mi oficina, la sala de estar de Europa.

Fecha: 31-XII-2003 Xunto as cadeas

Aquí viene el sello de Zapatones y su firma. Y en grandes letras LA ZAPATONA

REVERSO

Bajo la misma parafernalia barroca, “Zapatones” da muestras de su cosmopolitismo:

To all pilgrims, walkers and visitors.

I, Juan Carlos Lema, a.k.a. Zapatones, de balde y porque quiero, hereby confirm that:

(aquí viene un espacio para el nombre)

humbly stands before me, wearing worn out shoes, having left footsteps along the paths of Compostela, and having been full of admiration for the beauty of Plaza del Obradoiro, my office, the living room of Europe. Compostela, our beloved city where all paths to Santiago meet and from where de roads to the end of the world start.

(Espacio para el sello) Xunto as cadeas

                                        
Confieso cuates que he llegado docenas de veces a Compostela por todos los Caminos pero sólo tengo una “Compostela”, la primera, no soy coleccionista de nada. Pero estoy dispuesto a conseguir “La Zapatona” a la primera ocasión, siempre y cuando Juan Carlos Lema considere que me la he merecido. De paso, aprovecho para levantar mi copa y unirme gozoso a la banda bravía de los poetas, de los locos, de los viejos peregrinos hartos de tanta jodida y huera solemnidad, de los que buscan y de los que nunca encuentran, a la banda de destajistas del Grial, que seguro que anda escondido en cualquier pipa de vino rubio en cualquier oscura covacha compostelana. Gracias Juan Carlos Lema, “Zapatones”, estoy seguro de que la sonrisa bondadosa del Apóstol se ha trocado en carcajada, seguro que don Jaime ya se ha chivado. Dios te lo pague y el mejor ribeiro para ti, te lo has currado. Entre tanta autoridad civil, militar, abrigo de piel, y ceremonias huecas, solamente tú y el Papa de Roma (que ha sido tan claro como tú, parece mentira) habéis dado en el clavo.

From Jakobsland, José Antonio de la Riera..

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