En toda época el Camino el Camino ha atraído topo tipo de personajes, desde los más arcangélicos hasta los más altamente reprobables. Aquí un ejemplo de lo segundo:
Degrelle, León (1906-1994) Peregrinó a Santiago, desde el Col de Ibañeta, el año 1951. Nacido en Boullon-sur-Semoy (Bélgica), estudió en Lovaina fundando en los años 30 la editorial Christus Rex y más tarde el partido Rexista, de ideología fascista. En la Segunda Guerra Mundial se integró en la Legión Valona. Condenado a muerte en Bélgica, en rebeldía, cruzó Europa desde Noruega en un bimotor hasta aterrizar en la playa de San Sebastián. En 1946 huyó a Sudamérica, regresando a España en plena guerra fría, donde obtuvo la nacionalidad al casarse con una española. Tras su peregrinación a Santiago y tras reflejar sus experiencias en un diario titulado “Mi Camino de Santiago”, este fue traducido por José Luis Jerez Riesco y publicado por la Asociación Cultural Amigos de León Degrelle, bajo el patrocinio de su viuda, en Ediciones Barbarroja, el año 1996. La narración está realizada en primera persona y, a veces, se dirige a una segunda persona, presumiblemente su esposa.
El interés del diario de Degrelle, independientemente de la ideología y particular idiosincrasia del personaje, radica en ser uno de los pocos testimonios escritos que nos han llegado de la peregrinación a pie a Compostela antes de los años setenta del pasado siglo. Prácticamente él y Walter Starkie (tan distinto a Degrelle en todos los conceptos) son las pocas llamas que iluminan un Camino desolado y en estado absoluto de abandono. Sus noticias, preciosas, nos acercan además al mundo rural, muy precario, de la España de comienzos de los cincuenta, tomado en directo y a pie de ruta, donde se nos muestra un Camino de Santiago por todos los conceptos muy distinto al actual.
Degrelle comienza su diario en Burguete, el 20 de junio de 1951. Su aspecto debía ser imponente, ya que se presenta en el Camino con una gabardina negra, un zurrón y unas botas de hierro de…¡dos kilos de peso cada una! La marcha de Degrelle, a través de una ruta desolada, marcando con sus grandes zancadas de hierro etapas de hasta 55 kilómetros, debió causar una honda sensación en los humildes pueblos donde la gente no salía más que exclusivamente para hacer el servicio militar. Degrelle, por su parte, muestra, por momentos, un gran espíritu lírico ante el enorme espectáculo que, en solitario, le ofrece una naturaleza sin ningún tipo de contaminación. Su sensibilidad también es grande respecto a los grandes monumentos que le va ofreciendo el Camino (sobre todo lo referente al arte románico). Así, en Frómista: “… se ha conservado milagrosamente intacta una de las más bellas iglesias románicas… la belleza más simple, la más pura, sin complicaciones, sin aderezos, aunada la belleza de la piedra con la belleza de la línea…”
Idéntica conmoción le produce el gótico de la catedral de León, extasiado por sus vidrieras, dejando pasar las horas en una terraza frente a la catedral, mientras el sol poniente incendiaba, a través de las antiguas vidrieras, el interior de la catedral. Mucho más severo que con el paisaje y los monumentos, se mostró Degrelle con el paisanaje de aquella España rural y, en muchos aspectos, primitiva. Así en Burgos: “Las personas brutísimas… todo el mundo me mira con ojos azarosos, turbados… aviesas miradas, culos terrosos, burgueses hostiles de una sola respuesta… ¡no, no, no! ¡Pedazo de brutos! O respecto a Castilla: “Es una raza brutal, sin ninguna clase y ni siquiera son alegres: se vocifera, se dan alaridos, pero no se canta”. También “les tocó” a los aldeanos gallegos: “Estas gentes rudimentarias están mentalmente en la edad de las cavernas y de los uros” Los pobres alojamientos de la época fueron un absoluta tortura para él, siempre atacado por las pulgas, alojado en fondas insalubres y rodeado por gente gritona y, según manifiesta continuamente, sin ningún tipo de urbanidad. Prácticamente no pudo tomar un baño hasta León: “¡Tan sólo un hotel tiene baño hasta León! Desde Logroño busco en vano una bañera”
Como todos los peregrinos a lo largo de la historia, se conmueve en el Monte del Gozo tras pasar su última noche en Arzúa devorado por las pulgas y entra en Santiago el 22 de julio, permaneciendo en la ciudad (que recorre incansable y maravillado) hasta después de las fiestas del Apóstol.
From Jakobsland, José Antonio de la Riera.
Photo Manuel G. VIcente
