«MADRILEÑOS»

Sí, “madrileño”. Y también “gallego”, “catalán”…  siempre en sentido peyorativo, son los mismos zoquetes que para ver la hora en el campanario de la aldea tienen que levantarle los cojones al burro. Y a los madrileños, vituperados estos días por una gavilla vociferante, les han llamado “insolidarios”. Les ha tocado lo peor de un horror incontrolado, apocalíptico, pero les han llamado (a todos ellos) “insolidarios”. Evidentemente hay madrileños gilipollas, cómo hay madrileños que son auténticos héroes, exactamente en la misma proporción que puede haber gilipollas o auténticos héroes en otros lugares, pero les ha tocado a ellos. Le ha tocado a Pilar, “madrileña”,  que se levanta a las seis de la mañana, lleva a sus niños al colegio, y se deja la vida en el metro para ir todos los días a trabajar y poder mantener a duras penas a su familia,  le ha tocado a Arturo, con la vida y la salud amarrada a un taxi y a un patrón exigente, ellos forman parte de los “insolidarios” por eso, porque son madrileños… también les ha tocado a un montón de amigos y amigas, que se dejan la piel en Madrid para sacar adelante a los suyos y nunca lo han tenido fácil, pero luchan, viven y saben abrazar, besar y querer mejor que nadie, ellos también son “madrileños” y por ende insolidarios para toda esa manada de iletrados.

“Madrileños”, esos ingobernables echados palante que ya se la armaron a Carlos III cuando Esquilache,  los mismos que se encabronaron y destriparon, en Sol, a la caballería mameluca de Napoleón, los mismísimos que fueron fusilados en masa al día siguiente, “madrileños”, también los mismos que se empeñaron, hasta reventar, en un “no pasarán” cuando otros entregaron cobardemente la cuchara en dos días, “madrileños”, sí, los que pisan las mismas calles que Larra, que Mateo Morral, que Max Estrella delirando del brazo del canalla de D. Latino de Híspalis, “madrileños”,  sí, como Calderón y Lope, “madrileños” bajo un cielo velazqueño… “madrileños” son los tales insolidarios como los miles y miles de médicos y sanitarios, también “madrileños”, que se están dejando la piel y la salud por sus semejantes en hospitales dónde todo horror tiene su asiento. “Madrileños”, esos que siempre me acogieron como uno de los suyos cuando pisé sus calles y sus particulares paraísos  (¡ay, chocolatería de San Ginés!),  por eso, por todo eso y porque me peta, y porque tengo muy claro que todo el mundo ha salido por el mismo sitio, es decir, el coño de su madre y que nadie es mejor que nadie ni por procedencia ni por habitáculo, este gallego se declara “madrileño” y manda un abrazo emocionado y solidario a toda su gente en Madrid (que es mucha), se os quiere.  Ah, y me importa un carajo que todo esto me haga perder “amigos”. Si es así, que os den esmeradamente por el saco. Viva Madrid.

From Jakobsland, en «tregua de Dios», abrazos, José Antonio de la Riera.