Un ser orondo se agita tras la barra. Al poco tiene la bondad de acercarse a la mesa, larga un mantel de papel y recita, solemne, “el menú del día”: “espaguetis, chuleta de cerdo con patatas y flan. Si quieren café se les sirve aparte, en la barra, no en la mesa.”
- Oiga usted: ¿ sería posible tomar algo que no fuera pasta?
El ser orondo resopla y se rasca cansinamente la cabeza:
- Claro, tenemos macarrones con bonito.
Y así un día, y otro, y otro más, y venga más días a lo largo de la península, desde Navarra al Finisterre. Uno acaba odiando con todas sus fuerzas la jodida pasta, la chuleta porcina y las espantosas patatas con aceite mil veces reciclado. Y por supuesto el flan “industrial”. Eso sin hablar del café indescriptiblemente vomitivo (y eso que fuera del garito un cartelón señala “Cafetería”) Algún día habría que abrir un juicio por lo criminal a algunas “cafeterías”. Señores, lo único que tienen ustedes que “fabricar” es café, lo demás es abrir botellas. Así que por lo menos, ya que lo cobran de puta madre, y precisamente ustedes se hacen llamar “cafetería”, pongan vuesas mercedes un café digno y no unas pócimas satánicas.
Vamos a ver, en un país donde la gastronomía es un referente mundial, dónde hay unos productos naturales y de huerta de válgame diosss, en un espacio histórico que es un escaparate mundial, han situado lo peor, de lo peor, de la gastronomía hispánica, verdaderos patios de Monipodio cocineriles, dónde todo horror tiene su asiento… ¿qué tendrá el Camino, coño, que ya desde las profundidades del siglo XII atrae lo peor de las moscas hosteleras patrias? Ya Aymeric Picaud les echó mil maldiciones. ¿Y qué decir de esos encantadores hosteleros compostelanos, con las excepciones de siempre, todo el día llorando porque se les va la gente y “no les cunde”, cuando llevan desde el siglo XII aguando a los peregrinos un vino particularmente infame? Si les llega a ustedes a la puerta media Europa y no saben retenerlos hagan un mínimo de autocrítica o tiren la llave al mar, hagan el favor.
¿Alternativas? A los peregrinos hispanos, perfectos conocedores de sus clásicos, no les hacen falta muchas recomendaciones. A los extranjeros sí: salid del bucle del caminito, ya se sabe, “albergue, andar, albergue, ducha y garito adyacente oportunamente situado”. Pasad de eso y perderos un poco por los pueblos y pequeñas villas, en cien metros cambia el mundo: fantásticos platos de cuchara, una huerta con productos frescos en la mesa, fantásticos vinos locales… y, de paso, la recomendación de siempre: ¡ tirad las jodidas guías y vivid el Camino ¡
