HOSPES ERAM ET COLLEGISTIS ME

A Manuel G. Vicente, que se me apareció en Los Arcos y tenía razón. Y a Jacques Camisat, que se nos bajó en Damasco y ha demandado a San Pablo

Pasó y repasó la escoba por el suelo de tierra. Lo hacía todos los
días, cuando anochecía en el páramo. Luego siguió tallando su pequeña
cruz de madera, siempre había sido artesano. Salió al exterior, donde
un viento abrasador batía los escasos hierbajos que aún medraban en
aquel erial. A lo lejos, también como siempre, Pedro Tremendo escuchó
el silbido del tren que ceñía el horizonte, la única señal humana en
aquella paramera desolada. En lontananza, las ruinas de un silo. El
sol se suicidaba como de costumbre cuando se sentó ante la puerta de
la choza y lió un cigarrillo. El verano tocaba a su fin y, distraído,
miró el destartalado cartel que el mismo había colocado sobre la
puerta: «Hospital de Peregrinos». Con infinita melancolía, acarició
el cartel. Aunque llevaba cinco años en aquellas soledades, aunque
estaba a doscientos metros del Camino, sólo los primeros meses algún
peregrino se había detenido en su choza. Luego nada, nada ni nadie,
durante años enteros. Ni siquiera pasaban ya peregrinos por el
polvoriento Camino, tan cercano. Abrumado, se incorporó, mientras
miles de estrellas asomaban ya a la noche clara de Castilla. Atrancó
la puerta y, siguiendo el ritual, encendió el carburo que alumbraba
sus tinieblas y atizó una pequeña lumbre, empezaba a hacer frío.
Luego se arrodilló y comenzó a rezar. Eran oraciones sencillas,
oraciones de niño, pero eran las oraciones que sabía Pedro Tremendo.
Con manos callosas, al fin y al cabo toda su vida había manejado
herramientas, se santiguó lentamente, él estaba en paz con su mundo.
Y entonces fue cuando llamaron a su puerta:

– Toc, toc, toc.

Pensó que había sido una ilusión, una quimera, pero no, al poco unos
nudillos poderosos volvieron a arreciar contra la madera:

– Toc, toc, toc.

Pedro abrió la puerta. En el umbral, un peregrino. O, al menos, eso
parecía: bordón, mochila, enorme sombrero de paja y vieira en el
pecho. Era un hombre joven. Pedro se emocionó:

– ¡ Adelante ! ¡ Estás en tu casa ! No tengo luz, no tengo agua, no
tengo casi nada, sólo un poco de pan y mi hospitalidad. ¡ Adelante !
¡ Pasa!

El peregrino franqueó el umbral de la choza y, sosegadamente, se
desprendió de la mochila. Destocado, buscó un taburete, mientras con
un chasquido de su garganta rehusaba el mendrugo que le extendía
Pedro. Era un hombre alto, enjuto, vestido con un vaquero y una
camiseta. La camiseta llamó la atención de Pedro, estaba llena de
triángulos que se superponían. También le llamó la atención su
mirada, era una mirada impertinente, fija, inquisitiva.

– Me llamo Pedro Tremendo, ofrezco mi hospitalidad en este desierto.
¿Cuál es tu nombre?
– Leonard. Pero tú puedes llamarme Leonardo.
– Vas a Santiago, claro.
– Vuelvo de Santiago.

El joven sacó una pipa, la cargó lentamente y, sin apartar un
momento sus ojos de los de Pedro, la prendió con un tizón de la
lumbre. Entonces, empezó a hablar.

– Llevas cinco años en este desierto. Nadie para en tu casa. Año tras
año sales ilusionado a tu puerta buscando peregrinos de Santiago.
Nadie viene y nadie va a venir.
– Pero… yo ofrezco mi hospitalidad en el Camino de Santiago. Doy
todo lo que tengo.

La cara de Leonardo se transfiguró en un rictus de dureza. De pronto,
estalló en una carcajada estruendosa, brutal, interminable.

– ¡ Infeliz !, ¿hospitalidad? ¿Camino de Santiago? – Leonardo se
ahogaba en carcajadas-. El Camino de Santiago, alma de cántaro, ya no
existe. ¿Hospitalidad? Pero… en que mundo vives. Mírate, para el
mundo eres un pobre payaso, eres patético.
– Pero… yo he dejado todo lo que tengo por esto, yo me quiero dar a
los demás.
– Sí, pero a los demás les importa un huevo lo que tú quieras dar.
¿Has mirado a tu alrededor?, ¿has visto tu guarida?, ¿has visto la
mierda de «albergue» que ofreces? No estás en el mundo. ¿Has visto
esta paramera, desde siempre maldecida por los peregrinos de diseño?
En una Europa envejecida, te has situado en el pleistoceno. Nadie
vive ya por aquí, se han ido todos, nadie vendrá tampoco por aquí. Y
nadie quiere tu hospitalidad hombre de Dios.

– Pero… ¿y el Camino?

– ¡Ah, el Camino! Lo han destruido, ¿no te has enterado? No,
evidentemente no. Aquello degeneró, mataron la magia, y la moda como
vino se fue. La moda de caminar claro, la moda de echarse al mundo.
Pero no temas, ahora no se camina pero se hace el Camino igual.

Pedro Tremendo comenzó a llorar. Pedro Tremendo era ingenuo, noble,
un hombre bueno. Él sólo había querido servir a los demás. Y aquel
hombre estaba destruyendo su mundo.

– No llores hombre, no llores. Como puedes comprender hay demasiados
intereses ya como para dejar que toda esa historia se viniera abajo.
Siguen llegando peregrinos por miles y miles a Santiago. Hay
problemas de alojamiento, de horarios, de todo tipo. Es que ahora han
inventado un parque temático y todo arreglado, el parque temático del
Camino de Santiago. Lo de caminar ya era un asco, se venía abajo, un
atajo de ladrones que dejaban a Alí Babá como una ursulina acabaron
con casi todo. Pero lo del parque ha sido un bombazo, claro está que
los hay por todas partes, en Burgos tienen el parque temático del
Cid, en Logroño el de las pastillas de café con leche, en Covadonga
el de la Reconquista, un bombazo, pero nada iguala al parque del
Camino de Santiago. Al fin y al cabo lo único que hicieron fue
fijarse en Lourdes y Fátima, estaba tirado.
De rentabilidad ni te cuento, a tope.

– No entiendo, no entiendo nada.

– Eres patético, Pedro, un paleto absoluto. En el Monte del Éxtasis
han instalado un tinglado que ni en Disneylandia, se veía venir, los
peregrinos flipan, hacen un Camino virtual, con sensorround,
cinemascope y todo, en dos horas salen despachados, atados a una
butaca pasan frío en los Pirineos, se asan en Castilla, sudan en La
Faba, les dan una ración de pulpo de las que repartían en plan cafre
en Melide.y también una queimada como la que incendiaba un loco en
Villafranca. Y además, es Camino a la carta, a los brasileños les dan
una estatua de un santo, San Pablo Conejo, y la pasean llenos de
felicidad hasta Santiago, la línea aérea esa que tienen, Varig, no da
a basto. Y ni te imaginas los gabachos, antes de empezar el paseo
virtual (sólo por el Camino Francés, of course), un tipo disfrazado
de Aymeric Picaud se dedica a insultar a los navarros. Una vez
provocado el infierno chauvinista disfrutan como energúmenos, un
exitazo. Y, además, el parque es temático de verdad, La Vía de la
Plata la presenta un torero, El Niño de la Platea, un desmadre, echan
por el suelo hasta bosta de toro, auténtico, una pasada. Y para
presentar el Camino Primitivo se han traído al tipo ese de Atapuerca
que da tan majo con sombrero colonial. Asisten todos los peregrinos
disfrazados de Homo Antecesor, es fantástico. Prefiero no explicarte
lo que han hecho con el Camino Inglés, mira, te veo un poco agobiado,
todavía no te he contado como un rapero recibe a los peregrinos
virtuales con el Dum Pater Familias transformado en rap furioso, les
encanta, se vuelven locos…

– ¿Niño de la Platea? ¿Pulpo? ¿Rap?… ¡de qué me hablas Leonardo !

– De supervivencia, amigo, cada época, y los hombres de cada época,
tienen lo que se merecen y lo tienen inevitablemente,
invariablemente, y este Camino es hijo de su época. Pero no he
terminado. En el bombazo han tenido una influencia primordial los
patrocinadores. Ha sido increíble, fantástico. Imagínate que en
el «Cutre Irlandés», por un pack de gaseosa americana, te dan la
credencial. Y «Jodidas», una marca de ropa deportiva,
reparte «compostelas» dos por uno, es decir, yo viajo a Jakobsland y
me dan una a mi y otra para la parienta. Un exitazo, hay verdaderas
hostias, todo el mundo quiere el papelajo ese. Por cierto, la papela
en cuestión fue – con los ladrones- uno de los principales culpables
de la extinción del pringoso camino a la antigua. Pero a los
canónigos les han convencido, les han adecentado la catedral, ahora
en vez de la Berenguela les han colocado un carillón que toca el «hermano
Jacques», el Pórtico de la Gloria es virtual y al Apóstol lo han
colocado sobre un caballo blanco en un tío-vivo instalado en el
Obradoiro. Respecto al botafumeiro, de alucine, ahora se despendola
de torre a torre de la catedral con una pancarta colgando que anuncia
el parque temático. Están encantados, encima la reputada
casa «Pestlé» les surte todos los días de chocolate con picatostes. Ay, “os coengos”…

– ¿Y entonces tú por qué estás recorriendo el Camino a la inversa?

– Yo soy un comisionado de la Administración,y muy particularmente soy una especie de sicario de la administración gallega,  ando
recogiendo la basura del Camino, tengo el encargo de recogerlo todo,
que todo quede aséptico y aseado. Lo penúltimo  que hice fue recoger a
un pobre tipo en los Montes de León, andaba medio loco, clamando al
cielo envuelto en un manto de templario, lo hemos internado en un
manicomio de Astorga. Y lo último, reconvertir en tiraboleiro al orate de la queimada en Villafranca. Y, ahora, claro, vengo a recogerte a ti, Pedro
Tremendo.

– Ya. ¿Puedo recoger mi pequeña cruz de madera?
– Tú mismo. Pero debemos irnos enseguida.

Una luna cornuda rielaba sobre la llanura inmensa. Pedro cerró la
puerta de la choza. Lentamente, alcanzó a un impaciente Leonardo. Y
la noche de Castilla los vio alejarse entre la polvareda eterna que
azotaba el páramo. Pedro volvió su rostro, arrasado en lágrimas,
hacia la humilde choza. El diablo también lo hizo. Sonreía.

From Jakobsland, antes Galicia, sin luna salvo en la Quintana de Mortos, José Antonio de la Riera.


PHOTO MANUEL G.VICENTE

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